miércoles, 23 de noviembre de 2011

Mi Pruno

Desempolvo del cajón de lo vivido esta nota, para Rocío GdP mi hija y para Rocío RT mi compañera de juventud reencontrada por estos lares.


 29 de marzo de 2010 a las 20:00




Tengo un jardín pequeñito. Es una ilusión cumplida. Cuando buscábamos casa en este pueblito en el que vivo, valorábamos las habitaciones, los cuartos de baño, el garaje, la buhardilla (estupenda, por cierto)…pero nos fijábamos de manera especial en los jardines.
“Vendo chalet adosado con bla, bla, bla…..y amplio jardín”. Por lo general mentira, los amplios jardines no pasaban de ser grandes macetas. Así que cuando vimos esta casa nueva, a estrenar, mucha luz, gran buhardilla por la que entraba el sol a raudales y 75 metros cuadrados de jardín, mi barriga (que entonces aún no se llamaba Enrique, le faltaban tres meses) y yo, decidimos que allí nos quedábamos.
Enrique se mudó con diez días de vida a la nueva casa. Era Semana Santa, hace nueve años, y puesto que toda la familia estaba de vacaciones, una vez colocadas todas las cajas (las que quedaron colocadas…algunas duraron 1 año en algunos rincones de la casa) nos pusimos a buscar y elegir las plantas y árboles que nos iban a acompañar en nuestro jardín, una vez que pudiéramos retirar la selva que cubría el terreno.
Cada uno eligió algo y cuando me tocó a mi elegí un Pruno. No era muy grande, pero tenía muchas flores. Imaginé los principios de primaveras rosadas vistas desde la ventana de mi habitación…Así que con cierta dificultad nos metimos en el Renault Scenic dos niños, un bebé, una mamá, un papá y un Pruno.

Desbrozamos todo el terreno con mucha paciencia, contratamos un albañil para que hiciera unos pequeños muros y a un jardinero para que plantara y organizara todo lo verde. Quedó perfecto.
El primer año volvió a dar flores y comimos sus ciruelas, las más dulces del mundo porque eran nuestras. Llegó el otoño, tiró sus muchas hojas moradas y los sabios ¿? aconsejaron dar una poda para que no perdiera su forma. A mi me gustaba que creciera salvaje, pero me rendí a los argumentos. El siguiente año, a finales de febrero después de un día de sol, de la noche a la mañana, aparecieron los primeros brotes. Y espere las primeras flores…pero no llegaron. Después de mucho tiempo pude contar 6 ó 7 tímidas florecillas en los extremos de alguna rama antigua. Y así han ido pasando los años.


Ahora tengo un Pruno que no da flores, un Lilo que yo quería morado pero que decidió ser blanco, un Laurel en el lugar que ocuparon dos intentos de Madroños redonditos y preciosos y que, según otra vez los entendidos, malograron los gatos vecinos que se pasean por aquí con sus efluvios, un macizo de hortensias grandes y hermosas, fresas dulces y estupendas que nos dan sus frutos de la primavera al otoño….y un césped que se convirtió en una plaga de tréboles imposible de exterminar.


 Este año el Pruno dio UNA flor. Que tristeza !!! cada vez menos. Esta tarde llegaba triste y miraba triste a mi triste Pruno, poniéndose gordote lleno de pequeñas hojas moradas, y me ha dado una sorpresa: al lado de la primera flor había una segunda, y en una rama perdida en el jardín del vecino una tercera. Pero además, en sus ramas había un verderón chiquitito. Parecía que acababa de salir de su nido, algún lugar entre la hiedra, y a pequeños saltos trataba de buscar una salida del jardín para terminar otra vez en las ramas de mi Pruno. 

Entonces me he dado cuenta de que, preocupada en buscar las flores que no salían, me estaba perdiendo toda la vida que había en él. Y es que todas las mañanas sus ramas dan cobijo a dos parejas de mirlos que frecuentemente escucho al despertar. Una bandada de verderones hace paradas entre sus brotes a lo largo del día, en sus paseos por todos los jardines vecinos, entre la libertad de los campos de cereal y las sombras de los árboles de los humanos. Familias de gorriones quedan para charlar y controlar el panorama, y de vez en cuando dos urracas (estas me gustan menos) también utilizan sus ramas para hacer altos en el camino entre un tejado y otro.



Cuando busque las flores y no las encuentre, miraré el resto del Pruno porque seguro que entre sus ramas hay más vida que esas pequeñas flores.


Ahh, y a sus pies, a su sombra, crecen todos los años un pequeño manojo de narcisos y un par de prímulas moradas que en su día arranqué pues las creí muertas, pero habían dejado sus semillas y no faltan a la cita cada primavera.

Pdpz

"Escribimos como somos. Somos como vivimos. Vivimos como sentimos. Escribe lo que sientas y no sientas por lo que escribas"


1 comentario:

  1. Precioso... el relato y ese pruno tuyo...y de alguien más, aunque no muy entendido en botánica.
    JGT.

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