martes, 8 de noviembre de 2011

Akelarre (Tierra, fuego, viento y …agua.).

Fantasía de un sueño junto al mar

  
Ahora que el verano definitivamente ha decidido abandonarnos y que la lluvia y el frió van calando en los huesos. Traigo desde la memoria  el calor de las noches junto al mar. Su olor, su canción, su caricia......



Sabido es que las brujas celebran sus akelarres en noches de luna llena. Para ello eligen claros recónditos de los bosques o grutas escondidas y cálidos fuegos acompañan sus ritos.

Pero como diaconisas de la Gran Diosa, La Madre Tierra, La Pacha Mama, buscan también en fechas señaladas, las caricias sensuales del Dios Padre, rey de las aguas.


Cuando la luna empieza a despedirse de los hombres y muestra discreta su cuarto menguante, montan en toros alados, brillantes y negros, casi metálicos, y vuelan atravesando los montes hasta playas lejanas buscando las orillas del mar.



Allí, hundiendo los pies en la Tierra para inundarse de la energía de la Madre, comienzan ritos más ancestrales de comunión con el agua. Se despojan lentamente de sus ropas, dejándolas  caer en la arena y recogen sus cabellos para poder ungirse enteras. ¡Que ningún rincón del cuerpo quede privado de olor!


Con aceites minuciosamente confeccionados preparan sus cuerpos para que el agua recuerde los aromas de la Madre: Incienso, clavo y lavanda… Ámbar, geranio y tabaco…Sándalo, almizcle y musgo…. Cítricos y rosa. Jazmín y canela. Cedro y azahar…El viento, transformado en suave brisa, se impregna y los arrastra hasta las olas, anunciando su llegada a los amantes.



Solo entonces, despacio, caminan hacia la orilla y dejan que las olas bañen delicadamente sus pies. Acariciando el empeine y dejando pequeñas burbujas entres sus dedos. Despacio también van entrando en el agua sintiendo en cada instante su caricia. Subiendo por las piernas y los muslos hasta bañar su pubis. Al notarla en los pechos, alzan los brazos al cielo y se dejan caer hacía atrás, siempre despacio, para fundirse con ella en un abrazo frió pero intenso.



Flotando, con brazos y piernas abiertos, escuchando solo el latido de su corazón, recuerdan sensaciones del tiempo en el que el vientre de Madre las acogió. No existe nada. Se sienten un todo con el cosmos mientras las estrellas flotan a su vez sobre ellas. Cierran los ojos y esperan.



El ritual se cumple. Detrás de cortinas blancas de espuma, aparecen los pequeños dioses del agua. Jóvenes. Etéreos. Con pelo y barbas de sal. Recorren con dedos suaves los cuerpos de las diaconisas. Y beben entre sus piernas sabores de tierra adentro. Dulcemente, mas con firmeza, las poseen agarrándolas de la cintura mientras flotan. Cierran ellas las piernas en un antiguo abrazo y, rayando el éxtasis, abandonan sus cuerpos para hacerse uno con el agua.


Las olas llevaran los cuerpos hasta la orilla mientras fuego y agua se funden, esperando que los primeros rayos de sol despierten a las hijas de la Madre y retomen su envoltura corpórea. La noche es larga y la sed acumulada, mantendrá las cabriolas hasta agotar la última estrella. 


Pdpz

3 comentarios:

  1. Cuando este verano escribí este relato, un amigo comentó:

    Un relato muy hermoso, muy personal, misterioso y esclarecedor a la vez. Ternura, pasión, melancolía por lo que pasó y no volverá, nostalgia por lo que no fue, pero aún se insinúa como posible, magia, palabras que se desnudan y fulguran con deslumbrante claridad, ensimismaniento, apertura, comunión con el mar, la tierra, el sol y el cuerpo en su esplendor material, celebración de la vida, invocación de lo irracional y dolorosamente incomprensible. No es un cuento, sino un retrato del alma. Un beso, Pilar.

    No leerá el blog. Así que yo transcribo su comentario. Me gustó.

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  2. Me encantaria practicar el mismo baile que las meigas. Me gusta mucho.

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    1. Sueños de una noche de verano tras un colocón de olor a mar y sinfonía de olas... aromatizado con deseos y servido en un vaso de soledad. Mezcla explosiva ;)

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