martes, 28 de marzo de 2017

Hoy me sobra el corazón

HOY ME SOBRA EL CORAZÓN
Hoy estoy sin saber yo no sé cómo
hoy estoy para penas solamente, 
hoy no tengo amistad, 
hoy sólo tengo ansias 
de arrancarme de cuajo el corazón 
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca, 
hoy es día de llantos en mi reino, 
hoy descarga en mi pecho el desaliento 
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella, 
y me busco la muerte por las manos 
mirando con cariño las navajas, 
y recuerdo aquel hacha compañera, 
y pienso en los más altos campanarios 
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué, 
mi corazón escribiría una postrera carta, 
una carta que llevo ahí metida, 
haría un tintero de mi corazón, 
una fuente de sílabas, de adioses y regalos, 
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna. 
Tengo la pena de una sola pena 
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos 
y no puedo tenderlos hacia más. 
¿No veis mi boca qué desengañada, 
que inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo: 
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy 
padeciendo por todo 
mi corazón, pecera melancólica, 
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra el corazón.

Hoy descorazonarme, 
yo el más descorazonado de los hombres, 
y por el más, también el más amargo.

No sé por qué, no sé por qué ni cómo 
me perdono la vida cada día.

MIGUEL HERNÁNDEZ

miércoles, 15 de marzo de 2017

Lamento de Ariadna

“¿Así  infiel, después de haber sido llevada de los altares ancestrales,
me has dejado en una playa desierta, traicionero Teseo?


Así, de salida, con el poder divino de los dioses olvidados, 
¿verdad, oh persona, sin pensar, llevas a tu casa un maldito juramento en falso? 
¿No era algo capaz de cambiar el plan de tu mente cruel?
¿Fue sin piedad a tu disposición,
para que tu pecho cruel  estuviera  dispuesto a compadecerse de mí?

Pero no se me han otorgado las cosas que antes  me habían sido prometidas
por tu  voz seductora, ni que esperar pueda ya estas cosas, 
la esperanza de los matrimonios felices, la esperanza para una boda deseada,
que estas cosas, todas promesas vacías, los vientos en  pedazos airean.

Ahora  ya,  que ninguna mujer confiar en un hombre pueda,
que ninguna mujer espere  que los discursos de los hombres sean fieles,
mientras que desean  algo, la mente tiene el deseo de conseguirlo.  
No temen  jurar nada, no se abstienen de prometer nada;
pero tan pronto como los deseos de la mente que desea se han cumplido,
de ninguna manera las palabras temen, de ninguna manera se preocupan por las  falsas promesas.

Por supuesto que te he salvado del centro de la turbina de la muerte,
y decidí  perder a un hermano
en lugar de fallarte, falso, en ese momento final. 

A cambio me darás como presa a ser despedazada por las fieras
y las aves de gran tamaño, y yo, muerta, no seré enterrada con la tierra encima.
¿Qué tipo de leona te dio a luz debajo de un acantilado solitario?
¿Qué océano te escupió, después de haber sido concebido desde sus olas espumosas, 
qué Sirte, qué depredadora Escila, qué terrible Caribdis,
que tales recompensas  pagas por una dulce vida?"

Gayo Valerio Catulo
(87 - 57 a.c )


Claudio Montiverdi
1608