Qué fácil callar, ser serena
y objetiva con los seres
que no me interesan verdaderamente,
a cuyo amor o amistad no aspiro.
Soy entonces calma, cautelosa,
perfecta dueña de mí misma.
Pero con los poquísimos seres
que me interesan…
Allí está la cuestión absurda: soy una convulsión.
De allí proviene mi imposibilidad
absoluta para sustentar mi amistad
con alguien mediante una
comunicación profunda y armoniosa.
Tanto me doy, me fatigo,
y me desgasto que no veo instante
de liberarme de esa prisión tan querida.
Y si no llega mi propio cansancio,
llega el del otro,
hastiado ya de tanta exaltación
y presunta genialidad,
y se va en busca de alguien
que sea como soy yo con la gente que no me interesa.
A. Pizarnik
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